Se dice que a mediado de los años cincuenta, cuando los antiguos moradores de la campiña Huachana se dirigían a sus labores de campo en la hacienda Desagravio, los jornaleros del barrio de Amay tenían por costumbre pernoctar en la hacienda mencionada en los meses de enero a marzo, debido a la crecida de las aguas del río Huaura que les imposibilitaba cruzar el río de regreso. En ese tiempo había en la hacienda Desagravio, un tambo donde los parroquianos del lugar gustaban de jugar casino y beber aguardiente, donde los Huáchanos tanto de Amay así como de la campiña y Hualmay, armaban sendas jugadas de casino hasta pasada la medianoche. Colillas de cigarros y olor a aguardiente era el ambiente del lugar donde se desarrollaban las más emocionantes partidas de cartas, Briscan, Setenta, Veintiuno, casino individual y en parejas, eran mayormente las partidas pactadas por los asiduos asistentes al tambo.
Fue así como entre tantas partidas entre campiñeros y amayunos, casi siempre salían ganadores el equipo de Amay. Ante esto, los campiñeros acuerdan hacerles una pasada de chancho, es decir que cuando estén perdiendo la partida, se aparecería el chancho para votar la mesa y desbaratar las cartas, luego ellos echarían al animal como si no hubiese pasado nada. Esta pasada de chancho sucedió en varias ocasiones y fue tanta la ira de los amayunos que acordaron atrapar al ocioso animal y castrarlo. En ese tiempo, los amayunos tenían la fama de ser excelentes brujos, alumnos del famoso y temido brujo hualmayuno don Juan Barbón. Ellos sospechaban que los campiñeros les estaban jugando sucio y juraron darles su merecido.
En una noche de luna llena jugaban acaloradamente, cuando uno de los amayunos utilizando una clave da la voz de alerta, comunicando que el chancho estaba por ingresar al tambo, “La noche está bien clara, propicia para capar chancho” fue el pensamiento de uno de los jugadores que estaban carteando sobre la mesa.
Los campiñeros barajaban sus cartas en notoria desventaja, cuando en ese momento ingresó raudamente el animal al salón de juego. El dueño del tambo conocido como chino Manuel comenzó a darle de palos, esto hizo que los campiñeros persiguieran al chino para impedir que siguiera golpeando al animal; los amayunos aprovecharon este desorden y se abalanzaron sobre el porcino, una vez que lo tuvieron bien sujeto, le ataron las patas y procedieron a castrarlo de inmediato; luego para comprobar si realmente era un brujo quemaron las criadillas, y efectivamente estos votaron una gran cantidad de chispa.
Al día siguiente los amayunos estaban pendientes de quien faltaba a la formación para recibir las tareas diarias. En el primer día todos los trabajadores llegaron, al día siguiente de igual manera, todos estuvieron presentes, pero al tercer día, cuando el dolor es ya insoportable un trabajador de San Lorenzo no llegó a la formación. Al indagar los amayunos sobre el motivo de la falta del individuo, les dijeron que había muerto castrado por unos desconocidos. Sólo entonces, se enteraron que su compañero de trabajo había sido uno de los mejores brujos en todo San Lorenzo y la campiña Huachana
Julio Solorzano Murga
Fue así como entre tantas partidas entre campiñeros y amayunos, casi siempre salían ganadores el equipo de Amay. Ante esto, los campiñeros acuerdan hacerles una pasada de chancho, es decir que cuando estén perdiendo la partida, se aparecería el chancho para votar la mesa y desbaratar las cartas, luego ellos echarían al animal como si no hubiese pasado nada. Esta pasada de chancho sucedió en varias ocasiones y fue tanta la ira de los amayunos que acordaron atrapar al ocioso animal y castrarlo. En ese tiempo, los amayunos tenían la fama de ser excelentes brujos, alumnos del famoso y temido brujo hualmayuno don Juan Barbón. Ellos sospechaban que los campiñeros les estaban jugando sucio y juraron darles su merecido.
En una noche de luna llena jugaban acaloradamente, cuando uno de los amayunos utilizando una clave da la voz de alerta, comunicando que el chancho estaba por ingresar al tambo, “La noche está bien clara, propicia para capar chancho” fue el pensamiento de uno de los jugadores que estaban carteando sobre la mesa.
Los campiñeros barajaban sus cartas en notoria desventaja, cuando en ese momento ingresó raudamente el animal al salón de juego. El dueño del tambo conocido como chino Manuel comenzó a darle de palos, esto hizo que los campiñeros persiguieran al chino para impedir que siguiera golpeando al animal; los amayunos aprovecharon este desorden y se abalanzaron sobre el porcino, una vez que lo tuvieron bien sujeto, le ataron las patas y procedieron a castrarlo de inmediato; luego para comprobar si realmente era un brujo quemaron las criadillas, y efectivamente estos votaron una gran cantidad de chispa.
Al día siguiente los amayunos estaban pendientes de quien faltaba a la formación para recibir las tareas diarias. En el primer día todos los trabajadores llegaron, al día siguiente de igual manera, todos estuvieron presentes, pero al tercer día, cuando el dolor es ya insoportable un trabajador de San Lorenzo no llegó a la formación. Al indagar los amayunos sobre el motivo de la falta del individuo, les dijeron que había muerto castrado por unos desconocidos. Sólo entonces, se enteraron que su compañero de trabajo había sido uno de los mejores brujos en todo San Lorenzo y la campiña Huachana
Julio Solorzano Murga
Es cuento muy interesante e creativo por Julio Solorzano sobre brujería en huacho haya por los años 50 hecho por las vivencias que tenia día a día los pobladores de huacho.
ResponderEliminarNICHO MENDOZA, JORGE MIGUEL
Es un cuento muy bien elaborado por Julio Solorzano murga, y que trata sobre la vida de los pobladores de la campiña huachana y también sobre lo que le paso a un brujo que por su viveza salió perdiendo siendo castrado por los amayunos.
ResponderEliminarARÉVALO CHANGANA, BRIAN
Es un cuento que trata de un brujo que fue castrado por la ira de los pobladores y por error castraron a su compañero un buen brujo, este cuento es muy interesante por ser un cuento de nuestra campiña.
ResponderEliminarCASTILLO VALLADARES, JUAN DIEGO